lunes, 15 de febrero de 2010

Orientación Vocacional: sobre mares y embarcaciones

Orientación Vocacional: sobre mares y embarcaciones

El origen del término “vocación” nos remite a un “llamado” que, sin embargo, no siempre se manifiesta “luminosamente”. Por el contrario, parecería no identificarse claramente cuál es ese llamado, por lo que suele terminar configurándose una situación de mucha presión al momento de tomar decisiones “vocacionales”. Muchos jóvenes suelen experimentarla particularmente al tener que “acertar” a un blanco que no termina de visualizarse claramente, tomando una decisión que se presenta como supuestamente irrevocable y definitiva. Las “brújulas” del barco, que deberían orientar, no siempre apuntan con claridad a una dirección nítida...

Esta situación se agrava cuando se consideran otros factores históricos y culturales que agregan aún más presión: el hecho de que los jóvenes que deben empezar a hacer elecciones “vocacionales” no han madurado del todo su misma personalidad (el sentido de su identidad), la prolongación de la “moratoria” que representa la adolescencia (con lo que se vuelve más difícil la aceptación de la responsabilidad personal sobre la propia vida), el hecho de que culturalmente se han debilitado algunas referencias institucionales y tradicionales, tales como la familia, la escuela, los sindicatos, los cuerpos profesionales, las iglesias, etc., la acentuación sobre la libre espontaneidad del sujeto (más allá de que esto puede abrir otro tipo de posibilidades ventajosas en planos diversos), una sociedad consumista e inmediatista, etc. Continuando con la metáfora naútica, el mar está “picado”...

También hay factores sociales y económicos que tienen importancia: De hecho, el momento en el que un joven se inserte al mercado laboral, así como las condiciones en las que lo haga, inciden en la vivencia de la propia vocación. En este sentido, tratar de asegurar la posibilidad que los jóvenes tienen de tomar elecciones sobre sí mismos, sin coerciones socioeconómicas, ayudaría enormemente a defender y consolidar su libertad, entendida como despliegue de sus propias capacidades: es un derecho que hace a su calidad de vida efectiva. Los adultos (primeramente, familiares, educadores, psicólogos, acompañantes espirituales, líderes sociales, etc.) tenemos una importante responsabilidad en este sentido, especialmente respecto a los jóvenes más pobres y desfavorecidos. ¿Acaso estos últimos no tendrían “vocación” que realizar, talentos que desarrollar...? Definitivamente, la orientación vocacional no debe ser una comodidad de privilegiados a la hora de elegir un estudio superior.

En primer lugar, es conveniente descomprimir (incluso para poder tomar mejores decisiones!), y apreciar mejor el panorama global: No hay una “vocación” congénita, desligada de la propia historia, de las propias circunstancias, de la propia familia y la propia sociedad... Tampoco se está obligado a tomar una decisión sin posibilidad de discernimientos posteriores: Siempre se podrá revisar la decisión tomada, ampliar un trayecto académico-laboral con otras formaciones complementarias, manejar los tiempos, etc. En definitiva, ni es tan indescifrable, ni es tan determinante...

Sin embargo, aunque no se juegue la vida entera en una decisión laboral o académica, es claro que es una decisión de peso (para muchos jóvenes, la primera decisión de peso). En consecuencia, conviene encararla en conciencia y con seriedad, como siempre ocurre cuando tomamos decisiones con libertad.

Algunos criterios que pueden ayudar para una consideración amplia de la orientación vocacional asociada a la construcción del propio proyecto de vida (en la alegoría “marítima” que venimos utilizando, hay que calmar el mar, para ver mejor el horizonte, aún sabiendo que este último se puede ir corriendo para seguir avanzando):
- Tomar conciencia del discernimiento vocacional primeramente como un espacio de libertad, y, por lo tanto de autorrealización, de construcción del propio proyecto de vida. Si bien puede haber una comprensible carga de angustia, es conveniente que los jóvenes se “apoderen” de esta posibilidad, que se “apropien” de esta valiosísima oportunidad...
- No se improvisa el manejo gozoso y responsable de la propia libertad. Parecería conveniente, ir preparando el terreno con ensayos previos de ejercicio de la libertad, en campos de menor trascendencia relativa... También es posible educar en la propia libertad, educar en aprender a tomar decisiones, a ganar y perder, arriesgar y confiar...
- Una opción determinada en el campo académico-laboral debe estar inscripta en un horizonte mucho más abarcativo y fundamental que es el del propio proyecto de vida: Antes de preguntarse “¿Qué voy a hacer?” o “¿Qué quiero tener, conseguir?” parecería bueno comenzar a preguntarse de antes “¿Cómo quiero vivir? ¿Voy a vivir para trabajar? ¿O voy a trabajar para vivir? ¿Por dónde pasa mi felicidad? ¿Cómo entran la ética, la espiritualidad, la fe, en este punto? ¿Qué familia quiero construir? ¿Cómo imagino mi vida de acá a 5, 10, 15 años?” Nuevamente, las respuestas a estas preguntas ni se improvisan ni son terminantes... Si bien siempre puede haber reelaboraciones, discernimientos posteriores, profundizaciones, es conveniente que estos planteos se presenten ya en la adolescencia.
- Saber escuchar las voces de aquellas personas que nos quieren bien, que nos vieron crecer (familiares, amigos, educadores): siempre tenemos necesidad de ampliar las miras. Sin embargo, la propia voz nunca debe ser dejada de lado: En el barco de la propia vida, hay tripulación, gente que nos despide o espera, pero el capitán es uno.
- Valorar el trabajo, como dimensión central del hombre: La posibilidad de transformar el mundo con el propio trabajo, “humanizarlo”, servir al prójimo mediante la actividad laboral, es un rasgo propio y específico del hombre, bueno en sí mismo (Gn. 1,29; 2,15). Es necesario plantearse cuándo y cómo se insertaría uno en el mercado laboral. Esta consideración también ayuda a clarificar la inevitable dimensión económica y remunerativa, justa y necesaria, que implican la especialización y la moderna división social del trabajo, sin descuidar la dimensión del compartir, repartir y distribuir.
- Un trabajo no es un hobbie, un hobbie no es un trabajo. Es importante tener presente que ciertas actividades van a ocupar una gran parte del propio tiempo, de forma habitual, por lo que uno no debe sentirse incómodo ante la perspectiva que uno elija... ni debe pretender que el propio trabajo esté exento de esfuerzo, paciencia, tenacidad... Por otro lado, se abre la posibilidad liberadora de considerar al tiempo de ocio creativo para desarrollar habilidades y facetas de uno mismo que la actividad laboral no siempre permite desplegar, deporte, tareas de voluntariado al servicio de la comunidad, etc.
- No despreciar las oportunidades laborales que la vida puede presentar (a veces, insospechadamente) para poner en juego otros intereses o habilidades, no directamente relacionados con el propio estudio superior.

En el sentido más estrecho de la “orientación vocacional”, asociada a una opción académico-profesional, es importante tener presente dos aspectos específicos: Siempre en clave “náutica”, vamos a identificar el plano de “mi propia embarcación” y las “cartas de navegación”:

El plano de “mi propia embarcación”: en este primer momento, es conveniente profundizar en el autoconocimiento, en el “re-conocimiento” de uno mismo. Esto es de suma importancia, ya que si bien uno puede cambiar de actividad... no puede cambiar la propia persona! Es recomendable comenzar esta tarea cierto tiempo antes de tener que tomar una decisión particular, antes de ponderar opciones concretas, ya que no es cuestión de responder ligeramente sobre ciertos puntos muy importantes...
- Facilidades y predisposiciones personales: ¿Qué tipos de inteligencias he podido y tengo interés de desplegar y desarrollar aún más[1]? ¿Qué tipo de actividades (escolares o no) me “salen” sin esfuerzo? ¿En qué materias obtengo comparativamente mejores resultados? ¿Qué “talentos” descubro en mí? Una actividad laboral no debe ser “imposible” para uno...
- Gustos: ¿Hacia dónde se dirigen espontáneamente los deseos, las “ganas” de hacer algo? Una actividad laboral no debe ser “intolerable” para uno... Este punto es distinto al anterior, pero lo complementa.
- Intereses: Más allá de mis “ganas” espontáneas, ¿hay alguna opción de fondo en mi vida? ¿Hay algún modelo y/o alguna persona concreta que haya impactado en mí?
- Valores asumidos y proyecto de vida:¿Qué valores son centrales e “innegociables” en mi vida? ¿Cómo voy a compatibilizar mis tiempos laborales y familiares? ¿Qué tanto valoro el “reconocimiento social”?
- Expectativas económicas: Uno debe ser consciente de las propias aspiraciones económicas, con criterio realista. ¿Qué nivel de vida, qué confort deseo alcanzar? ¿Qué sería necesario para mí y mi familia y qué sería accesorio? ¿Debe uno solo sostener la propia familia? ¿Es aceptable sumar el ingreso de la pareja y compartir el mantenimiento del hogar?
- Ámbito de trabajo, rutinas: ¿Se prefiere un trabajo previsible y sistemático? ¿O uno que requiera creatividad, o acompañar situaciones nuevas día a día? ¿Estaría uno dispuesto a trabajar en espacios abiertos/cerrados? ¿Estaría uno dispuesto a mudarse a otra localidad del país o del exterior?


El sondeo del mar abierto, con las cartas de navegación: Cuando ya se tienen un poco más claras algunas respuestas a las preguntas relativas a “la propia embarcación”, y sin olvidar que la carrera es sólo un aspecto a conjugar con las otras dimensiones de las elecciones vocacionales, pueden comenzar a sondearse las distintas posibilidades que brindan las diversas carreras que pueden elegirse, atentos a los “ecos” que nos lleguen de vuelta, relativos a la formación teórica, el título habilitante, etc.:
- Objetivos de cada carrera: ¿Qué valores intentan formarse en los graduados de cada carrera? ¿Qué fines se buscan, explícitamente e implícitamente?
- Plan de estudios: ¿Qué capacidades personales son requeridas en los alumnos? ¿Qué materias habrá que estudiar (tratar de indagar más allá del nombre de las asignaturas, llegando a cierto detalle sobre los contenidos de las mismas)? ¿Qué orden propone el plan de estudios? ¿Hay ramas u orientaciones? ¿Cómo están dispuestas las correlatividades y/o equivalencias? ¿Qué orientación ideológica y/o profesional está presente? No olvidar los estudios terciarios no universitarios (profesorados, tecnicaturas, etc.), los oficios, las “carreras cortas”, ni los títulos “intermedios” (que posibilitan articulaciones posteriores para alcanzar otros títulos superiores)
- Dónde estudiar: ¿Universidad tradicional, prestigiosa, accesible,...? ¿Universidad pública o privada? Si es privada, ¿laica o confesional? ¿Cuáles son los valores, las ideologías, etc. defendidos por esa institución particular? ¿Cómo son los graduados de la misma? Considerar seriamente, y con criterio de realidad, las posibilidades de las finanzas familiares para sostener durante 4, 5 ó 6 años una carrera terciaria (materiales de estudio, eventuales cuotas, etc.).
- ¿Qué tendencias pueden apreciarse en los últimos años en torno a las distintas carreras? ¿Qué perspectivas se insinúan a futuro? ¿Hay algún tipo de facilidades (becas, incentivos, políticas públicas) para determinadas carreras?
- Salida laboral: ¿Cuáles son las actividades posibles de realizar en los últimos años de la cursada? ¿Y recién graduados? ¿Y en el mediano plazo? Sin ser el aspecto más importante, y con lo difícil que es estimar el futuro, uno debe ser consciente de las propias aspiraciones económicas y estar al tanto del mercado laboral en cuestión: ¿Hay mucho desempleo en la actividad y/o precariedad laboral? ¿Cómo son las remuneraciones?
- Entrevista con un profesional (o alguien comprometido con la actividad laboral en cuestión): ¿Cuál fue el origen histórico de la actividad? ¿Cuál es la función social actual de la misma? ¿Cómo es una jornada típica de trabajo? ¿Hay algún tipo de actualización y/o formación permanente? ¿Cuáles son los criterios éticos que hacen a la buena “práctica profesional”? ¿Cómo se regula el ejercicio laboral?

Las decisiones vocacionales podrán ser mejor elaboradas con estos elementos chequeados, y así se podrá llegar más probablemente a buen puerto... quizás puertos provisorios… que nos animen a seguir ampliando nuevos horizontes, buscando nuevos puertos…

Eventualmente, hay especialistas focalizados en los procesos de orientación vocacional[2]. En este sentido, las “técnicas” vocacionales (adecuadamente insertas en todo un proceso de acompañamiento específico) y fundamentalmente la escucha que se abre en los espacios de “orientación vocacional” pueden sumar elementos al discernimiento... Sin embargo, por involucrar la libertad y la responsabilidad personal, no debe perderse de vista la centralidad del sujeto en este momento privilegiado de construcción de sí mismos que es la elección vocacional.



Rafael Tesororafaeltesoro2@yahoo.com.ar
[1] Howard Gardner ha sabido presentar el paradigma de las “inteligencias múltiples”, ampliando el concepto de inteligencia más allá de lo lógico-matemático.
[2] En varios puntos del país, existen Facultades de Psicología y centros de Salud Mental que, en términos de prevención, facilitan gratuitamente instancias de acompañamiento para el discernimiento vocacional.

2 comentarios:

  1. ES MUY INTERESANTE EL TEXTO PROFESOR, Y MUY BUENA COMPARACIÓN. IGUAL A MI CRITERIO LE FALTARIA HABLAR UN POCO SOBRE EL TEMA DE QUE LAS PERSONAS QUE NO TIENEN DECIDIDO LA CARRERA A LA CUAL SE QUIEREN DEDICAR ALGUNAS ES POR MIEDO A ERRAR Y OTRAS POR DESINTENTERÉS.
    PORQUE LO QUE OBSERVO ES QUE ESOS SON LOS FACTORES MÁS MARCADOS.
    YO SÉ QUE NO ES UNA TOMA DE DECICIÓN FACIL, Y POR LO MISMO VEO QUE MUCHAS LO DEJAN AL AZAR O MÁS QUE HACER ALGO POR SU PROPIO INTERÉS LO REALIZAN POR TRADICIÓN FAMILIA, ETC.
    IGUAL MUCHAS GRACIAS RAFA.
    ATTE. MARIANA CANDIA

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  2. Interesante, gracias por la info !

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