viernes, 1 de julio de 2016

Observando la pobreza

A comienzos de abril, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA dio a conocer su informe “Pobreza y Desigualdad en la Argentina urbana 2010-2015. Tiempos de balance” (declaraciones en http://www.aica.org/22531-la-uca-estimo-que-hubo-un-fuerte-empeoramiento-de-las.html ; el PDF en http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo68/files/2016-Obs-Informe-n1-Pobreza-Desigualdad-Ingresos-Argentina-Urbana.pdf ). En dicho material se da cuenta de la evolución reciente de la situación social en los núcleos urbanos de nuestro país. Más allá de algunas discusiones técnicas sobre la metodología, márgenes de error estadístico, etc., es interesante corroborar las tendencias que pueden apreciarse en los distintos indicadores del informe (frente a los cuestionamientos al INDEC de la última década, y el reciente silencio oficial, hay estudios alternativos que presentan tendencias similares).

En 2010-2011, pudo apreciarse un significativo avance en el poder adquisitivo de la población, en 2012-2013, un retroceso y estabilidad en el mismo, y en 2014-2015, si bien se logró disminuir levemente la indigencia, aumentó la pobreza total.

Sin embargo, fueron llamativas las estimaciones que la UCA difundió sobre el primer trimestre del año en curso...: Entre fines de 2015 y fines de marzo de este año, la tasa de indigencia pasó de 5,3% a 6,9% de la población, es decir, 2,3 millones de argentinos que no logran asegurar un ingreso suficiente para comer todo el mes. Por otro lado, la tasa de pobreza pasó de 29% a 34,5%, es decir, alrededor de 13 millones de ciudadanos no perciben ingresos que puedan garantizar el acceso a comida, vestimenta, vivienda, salud, educación, transporte, comunicación.

En los datos reseñados, influyen fuertemente fenómenos como la inflación (especialmente, en los precios de los alimentos), las políticas de inclusión social, la demanda laboral, así como la calidad o las remuneraciones del trabajo, con características cambiantes. Viendo en los últimos meses pérdidas de puestos de trabajo, ajustes macroeconómicos, aumentos de las tarifas de servicios y transporte, parece alejarse de su cumplimiento la meta de “pobreza cero”, prometida por las actuales autoridades al electorado. Concediendo que haya un tiempo de eventual reacomodamiento de variables económicas (que no debería tardar mucho tiempo más), parecería que, si los mercados no derraman beneficios sobre la población, el Gobierno debería asegurar la circulación de recursos mediante control de precios, reactivación del mercado de trabajo, próximos aumentos salariales y de seguridad social, etc.

En esta discusión, debe tenerse siempre a la vista que las cifras abstractas expresan realidades de personas muy concretas, portadoras de derechos... Sin caer en el asistencialismo, debe subrayarse la necesidad de garantizar la cobertura efectiva de los mismos en caso de que la economía no alcance los resultados deseables.

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